WARAYANA Y EL TEMPORAL
La maga Warayana era una incansable viajera que degustaba y
aprendía cada vez que su barco propulsado por cien mil alas de mariposas se
lanzaba a la mar.
Nunca existió en ella la duda o la zozobra sobre huracanes o
tifones que pudieran esperarla al doblar el horizonte; muy por el contrario,
ella se dejaba guiar por la perfección de los hilos dorados de la trama del
Universo.
Todos en las aldeas makis celebraban con encendida alegría
cada nueva incursión de la maga hacia nuevos mundos. Siempre regresaba con su
memoria cargada de historias, con su alforja llena de regalos que a veces eran
palabras nuevas y otras, colores indescriptibles, flores o cristales.
Sin embargo, llegó el tiempo que alguna vez habían contado
las tejedoras de la vida, las Kusi kusi… “muchas veces lo hemos visto, dicen
las estrellas que un día habrá hombres y mujeres de corazones frágiles y
miradas cortas; ellos intentarán valorar sus corazones, pero será una tarea que
no todos querrán abordar. Si eso ocurre, y se replican las ausencias y la falta
de amor, será probable que ocurra un gran temporal, un viento como fuego
peinará la tierra y los mares volverán al cielo y las noches perderán su
luna. Así y todo habrá alguien que emprenderá
el viaje con la esperanza siempre viva de sembrar semillas que crecerán a pesar
del viento, de los incendios, de la noche negra y de la sequía”.
Una y otra vez, cada muchos círculos de vida, alguien
recordaba aquella historia, por eso cuando Warayana montó en su barco de luces
mágicas aquel verano, supo que el viaje sería distinto. Una brisa con olor a mañanas grises inundadas de soledad, sugerían
que aquel “cuento” estaba a punto de volverse realidad. De inmediato el agua se
volvió espesa y la maga supo que fluir
sobre ella sería un desafío que solo regado de
confianza y amor se podría lograr.
Pocos acudieron a despedir a Warayana esa mañana, la mayoría
se había refugiado en los adentros, cerrando puertas y ventanas, silenciando
las canciones, olvidando la poesía, degustando el miedo sin darse cuenta que
ese alimento amargo los volvería seres sin vida aunque sus corazones siguieran
latiendo. La maga entendió que justamente por aquello, debía emprender el
viaje, porque tenía la certeza de que en algún lugar de esta tierra encontraría
algo que sanaría tanta incertidumbre; y así fue.
En algún momento dejó de contar kilómetros, olvidó cuántos
amaneceres y atardeceres había transitado y sin haber sentido nunca la urgencia
de detener a sus mariposas, descubrió al desembarcar en una tierra lejana que
los seres que allí vivían sonreían y olían a tranquilidad, a equilibrio, a
abrigo y a certeza. Vivió con ellos varios días, se alimentó de su alimento,
bebió su sabiduría y partió luego con sus manos llenas de semillas.
Al arribar a suelo maki, no hubo fiesta como solía ocurrir,
ella misma amarró el barco a tierra firme y dio los primeros pasos sobre el
mañana que asomaba en su propia sonrisa. Buscó a los sembradores, y llenó sus
manos, para que fueran ellos los que sembraran semillas de audacia en un nuevo
mirar… y ahí andan creciendo cada vez en más aldeas, árboles y arbustitos de
tiempos de alevosía.
mariafernandagutierrez
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