EL ARTE DE LEER ACARICIANDO... va por más.

En este último tiempo he tenido la inmensa gratificación de trabajar con muchas infancias; las que ahora lo son, y las que lo fueron hace algunos años...

De todos ellos pude rescatar cientos de formas de entender la vida, de mostrarse a sí mismos, de creer que todo era posible... y también no.

Conocí niñas y niños justicieros y honestos, compañeros y guías, observadores y reflexivos, bondadosos, tolerantes, curiosos, rebeldes, sanadores, componedores, amorosos, sabiondos, ecuánimes, frágiles, tiranos, maestros.

Muy pocos tuvieron la fortuna de llegar a un hogar donde se contemplaran sus esencias; por supuesto que en muchos casos, había mucho amor e intentos comprobables de entendimiento, pero en casi todos, sus padres o los adultos a cargo, estaban lo suficientemente lastimados como para no comprender la importancia y urgencia de aceptarlos ciento por ciento con sus identidades.

A través del método de arquetipos del Círculo Kawsay, los visualicé mucho mejor, poniendo de mi parte junto a la niña que fui y soy, para escuchar, para abrazar, para ser y estar. Entonces comprobé una vez más, hasta que profundo y significativo lugar nos puede llevar un cuento, y cuánto más se le agrega a ese instante mágico, si aquel cuento puede literalmente ser tocado, acariciado.

Niñas y niños pequeños, adolescentes y jóvenes, pasaron por la experiencia de convertir un acto intelectual, en algo saludablemente cercano a sus corazones, a su alma. Lo mismo ocurrió con sus maestros, con mamá y papá, con los abuelos... tal vez les diría que en ellos, la reacción fue mucho más contundente aún.

Dicen algunos que el hábito de la lectura se está perdiendo, yo digo que si es hábito, puede volver a retomarse o a iniciarse. Es un hecho comprobado que los seres humanos que se han permitido el tiempo inconmensurable del gozo de la lectura, son hoy, personas que se permiten escuchar, disentir, explorar.

Este es un tiempo donde podemos fácilmente creer que "no se puede perder el tiempo". Inclusive, ése, es un concepto a revisar: el tiempo.

Decía una canción de Silvio Rodríguez... "el tiempo está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados, el tiempo está a favor de buenos sueños"; seguramente nada se puede agregar después de eso, pero pido permiso al poeta, y al aire donde viven las palabras, y agrego: "es el tiempo de enseñar que hay más colores que los que nadie jamás imaginó ver".  De ser así, los pequeños, los buenos sueños, los colores nuevos, son parte de lo imperioso que trae un cuento, un poema, una leyenda, para poder discernir, para poder entregarnos al tiempo de reflexión, en que decidir si disparar una bala o no, decidir si amar o no,  decidir si borrar una frontera... o borrar una frontera.

Todo lo que implique dividir, separar, será una elección que tendremos, sin embargo, el mundo que se nos abre entre palabra y palabra, en las páginas de un libro, nos acerca, nos pone un par de zapatos nuevos: el del otro; y siempre algo cambia en la percepción de aquello que hasta ese momento era de una sola manera.  La primavera se vuelve verano, al llano le brota una montaña, y a la manzana le crece un pastel. 

¿Pueden imaginar lo que se perderían, de no haber veranos, montañas o pasteles?

Algo así ocurre cuando no nos permitimos el hábito del cuento... y a veces cosas peores como la intolerancia, la desidia, la inequidad, la guerra.

Decía en mi último libro, que todos los bálsamos comienzan con ..."Había una vez"... sumo, por estas horas, que si esos bálsamos se derraman en todos los oídos posibles, habrá primaveras y veranos, tolerancia, equidad, disposición y Paz.

Había una vez, una mañana, una escuela, con revuelo en el aire, mariposas en los oídos; había llegado un cuentacuentos a derramar historias, cuentos, leyendas de tierras lejanas, de niñas, niños, jóvenes tan diferentes e iguales a ellos.  Aquel hombre de voz contundente, de estatura mediana, de mirar sincero, estaba allí, ante ellos, desnudo de todo prejuicio, libre, honesto... dispuesto.

mariafernandagutierrez

LIBROSCOPIERÍA

"el arte de leer acariciando"